En 1955 un geólogo norteamericano – M.K.Hubbert- pronosticó que el pico de producción de petróleo en E.U. se produciría entre los años 1965-1970 para luego ir decreciendo progresivamente hasta su agotamiento. Según sus cálculos, la evolución de la extracción del recurso se aproxima a la forma de una campana. Posteriormente, en 1971, aplicando un modelo teórico similar, estimó que el cenit del petróleo a nivel mundial se alcanzaría entre los años 1995 – 2000. Si bien estos pronósticos no se cumplieron según se esperaba, estas investigaciones abrieron un nuevo campo de estudio cuyo objetivo es indagar sobre el agotamiento inevitable de los combustibles fósiles. Combustibles que han sostenido desde la Revolución Industrial, casi totalmente, el desarrollo económico y el bienestar de la sociedad.
En la actualidad la
producción de energía en el mundo proviene, aproximadamente, en un 86 % de
combustibles fósiles (petróleo 32 %, carbón 30 % y gas 24 %). El resto de
energía hidráulica (7%), nuclear (4%), renovables (2%) y biocombustibles (1%).
Es evidente que a pesar
de los avances significativos en los últimos años en la producción de energía
de fuentes renovables todavía está lejos la posibilidad de que estos recursos
sustituyan a los fósiles.
Hoy opiniones optimistas señalan que el inicio de la declinación de la
producción de petróleo y de gas no se producirá antes del año 2030.
El caso del carbón es diferente por cuanto las reservas mundiales
conocidas permitirían su producción por aproximadamente unos 100 años más.
El desplazamiento del momento cúlmine de la extracción de hidrocarburos
es producto en gran medida de adelantos tecnológicos de los últimos decenios
que hay revolucionado su hallazgo, extracción y producción. Una de las
consecuencias de este cambio técnico económico es la posibilidad de aplicar
métodos de recuperación secundaria y terciaria de los pozos existentes. Así
como también el aprovechamiento en gran escala de los yacimientos de petróleo y
gas no convencional (shale oil y shale gas). Combustibles que son extraídos
mediante diferentes procedimientos del interior de formaciones geológicas
rocosas.
Cabe acotar que si bien los adelantos tecnológicos han permitido mantener
y aun aumentar la producción de hidrocarburos, el mayor consumo de energía que
se emplea en su obtención, en un punto anterior al agotamiento del recurso,
tornará antieconómica su explotación. Es decir que si para producir una unidad
de energía se necesita una o más unidades energéticas, no conviene aumentar el
producido. Este fenómeno hace a la eficiencia productiva que viene disminuyendo
con el tiempo. En algunos casos del 100% de energía producida solo el 10% es
utilizable para el consumo.
El nivel de la producción de los combustibles fósiles está sujeto a su
demanda y las diferentes variables que la definen. Uno de ellas el crecimiento
de la población mundial.
La cantidad de habitantes del planeta creció lentamente hasta 1800 y se
aceleró exponencialmente en los últimos 200 años producto principalmente de
cambios en la alimentación, la higiene, la sanidad y los medicamentos.
Progresos que han aumentado notablemente la esperanza de vida humana. El
crecimiento poblacional fue acompañado de la mejora en los niveles del bienestar
social privado y público (habitacional, transporte, servicios públicos, etc.)
A su vez las actividades económicas se han ampliado y complejizado y con
ello los consumos de energías primarias (v.g. petróleo) y secundarias (v.g.
electricidad).
Durante las últimas dos centurias la tasa de crecimiento anual de la
demanda de energía ha sido superior a la tasa de crecimiento anual de la
población. Lo que implica que el consumo energético por habitante aumentó.
En el interior de este fenómeno se advierte que desde aproximadamente el
último cuarto del siglo pasado se está produciendo una clara diferenciación
entre el mayor crecimiento de la demanda de energía de los países en vías de
desarrollo y la de los países con economías maduras. Las tasas de variación anual
de los primeros duplican y hasta triplican las del segundo grupo, aunque
partiendo de niveles de consumo mucho más bajos. Por este motivo la demanda de
energía de las regiones en desarrollo supera a la del conjunto de países
económicamente más avanzados. La energía eléctrica representa alrededor de la
mitad del incremento de la demanda energética, poniendo de manifiesto una
mejora en el estándar de vida de amplios sectores sociales que antes carecían
de ese servicio.
Una gran proporción del aumento de la demanda de energía resulta del
rápido crecimiento de las economías asiáticas, especialmente China e India. El
consumo de estos países crece a las tasas más altas y probablemente en las
próximas dos décadas más que duplicaran los actuales niveles de demanda.
Para afrontar el rápido crecimiento de los requerimientos energéticos,
difícilmente la actual matriz energética mundial, fuertemente concentrada en
combustibles fósiles, tenga cambios significativos en los próximos años.
Esta dificultad conduce inevitablemente a otro desafío: el calentamiento
global debido a las emisiones de gases efecto invernadero (GEI´s) resultantes
de la actividades antrópicas.
Nuestro planeta mantiene cierta temperatura (efecto invernadero) porque
está rodeado de un conjunto de gases (vapor de agua, dióxido de carbono,
metano, óxido de nitrógeno y ozono) que absorben y emiten radiación de manera
balanceada. De no ser por estos gases la temperatura en la superficie de la
tierra sería de -18° C, en lugar de la media actual de 15° C.
Las actividades humanas, desde la Revolución Industrial, ha producido un
incremento del 40% en la concentración atmosférica del dióxido de carbono,
rompiendo ese balance. Las emisiones de este gas provienen principalmente del
uso de combustibles fósiles como el petróleo, el gas y el carbón. Además de la
desforestación, la erosión del suelo y la crianza animal.
Se ha estimado que si las emisiones de GEI´s continúan aumentando al
ritmo de los últimos años, la temperatura de la tierra podría exceder valores
históricos hacia 2050 con efectos potencialmente dañinos en los ecosistemas, la
biodiversidad y la subsistencia de personas en todo el planeta. Con la
trayectoria actual de las emisiones la temperatura de la Tierra superaría el
límite fijado por los expertos como peligroso de 2° C, a mediados de la década
2030 - 2040.
Dado que las emisiones antrópicas de GEI´s se generan en los países pero
sus consecuencias afectan a todo el orbe, desde los años 70 del siglo pasado se
han realizado reuniones a nivel mundial para estudiar el problema y buscar
soluciones conjuntas.
Un paso importante en este sentido se dio con la firma del Protocolo de
Kioto (1997) mediante el cual, por primera vez, varios países se comprometieron
a reducir sus emisiones de GEI´s.
Sin embargo, los grandes emisores de gases como EEUU, China, India y
Rusia no lo ratificaron dado que la reducción de las emisiones afectaría
negativamente el modelo de desarrollo de sus economías. Con el agregado de que
los países en vías de desarrollo, como China e India, sostenían que los países
ya industrializados debían hacer el mayor esfuerzo de reducción, porque eran
los responsables primeros de la contaminación existente. Añadiendo que a ellos
no se les podía pedir reducir emisiones justo en el momento que estaban
emergiendo del subdesarrollo. Una exigencia a todas luces injusta.
Por fin en la última reunión mundial en París (2015) se logró unanimidad
para suscribir un acuerdo vinculante para mantener el incremento de la
temperatura media por debajo de los 2° C con respecto a los niveles
preindustriales, comprometiendo esfuerzos para mantenerlo en 1,5° C. Asimismo
los países industrializados aceptaron su mayor responsabilidad en las emisiones
históricas y por ello realizar un aporte superior en la disminución de gases.
El acuerdo se tornará operativo a partir del año 2020.
La última novedad importante en este tema, que concierne a todos los
habitantes del planeta, es el anuncio del nuevo gobierno de EEUU de retirarse
del acuerdo de Paris como parte del proceso de reversión de las políticas
ambientales impulsadas durante el gobierno del Presidente Obama.
En el proceso de reconfiguración de los centros de poder mundial que se
viene desarrollando desde fines del siglo pasado habrá que ver el impacto que
tiene en el acuerdo de Paris la decisión de EEUU.
Sugestivamente grandes empresas estadounidenses, incluidas petroleras,
han criticado la decisión de D. Trump, evidenciando con ello que en el mundo empresario hay un importante
grado de convicción de la necesidad de avanzar en el uso de energías
renovables, en las que seguramente ya están realizando importantes inversiones.
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