Si se recorre nuestra historia con detenimiento, desde que somos nación para no ir más lejos, la corrupción la atraviesa sucesivamente con actores del conservadurismo, del radicalismo, del peronismo y de los regimenes militares.
Es un problema endémico que va más allá de los partidos políticos. Es un modo de hacer negocios (y justicia) plagado de complicidades y silencios que se desparrama (un verdadero derrame) por toda la sociedad con diferentes sistemas y formas. Siempre hubo notorios denunciadores de los casos más graves como Lisandro de Latorre, Ernesto Palacio, Juan Sábato y tantos otros. Ahora Lilita Carrió. No es la única.
Carlos Nino estudió en profundidad los mecanismos de una sociedad que por norma no respeta las normas. Pero sus lecciones evidentemente no han llegado muy lejos.
Miramos parece con indolencia un fenomeno que está erosionando progresivamente nuestras bases sociales, como es evidente si se observa el estado de la distribución de ingresos y riquezas. De la deteriorada educación. Los graves y crecientes problemas de drogas y de seguridad, entre otro fenomenos.
El actual gobierno tiene la oportunidad de demostrar que no pertenece a ese linaje. La sociedad, o sea nosotros, se lo debemos exigir. Y tambien actuar. No solo esperar.
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