Siempre son interesantes los puntos de vista sobre la dimensión política de nuestra sociedad en tanto no se asuman como explicación global de la misma. Sin duda la historia de la Argentina tiene puntos comunes con lo acontecido en otros países, especialmente de LA.
Pero más allá de esas vinculaciones nuestro derrotero se explica primordialmente por nuestras singularidades en distintos niveles. Entre ellas las copiosas corrientes inmigratorias, los abundantes recursos naturales y la acentuada concentración urbana y de poder en Buenos Aires, frente a un territorio de grandes dimensiones con baja densidad poblacional y tradiciones feudales en varias provincias.
Nuestra historia política está surcada por fuertes confrontaciones en las cuales subyace la idea de unanimismo. La unidad ideología excluyente. En el siglo pasado, el radicalismo fue una emergente del conflicto social de la clase media naciente con una oligarquia liberal conservadora fundadora de nuestro Estado Nación. El radicalismo se aglutinó bajo la idea de "causa nacional". La única. La verdadera.
Posteriormente, el ejercito, en los años 30, se metió de lleno, por primera vez, en la vida politica nacional quebrando la novel institucionalidad, fundandose en la idea de "reserva moral de la nación", por encima de cualquier division partidaria.
Mas tarde el peronismo irrumpe en el escenario nacional reivindicando al sector del trabajo bajo la consigna de "proyecto nacional", fuera del cual no existía vida política posible.
Recién con la autodestrucción del militarismo como posibilidad de una idealizada regeneración de nuestras instituciones, las circuntancias obligaron a la sociedad a reflexionar sobre la alternativa de convivir bajo un régimen de partidos pero sin llegar, todavía, a desplazar nuestras rasgos identitarios de autoritarismo, intolerancia y unanimismo político, entre otros no democráticos. Por eso seguramente no son pocos los sectores a los cuales les cuesta adaptarse al juego de una democracia repúblicana.
Tambien es cierto que los alineamientos políticos partidarios de la sociedad son mas volátiles que en el pasado. Este fenómeno (además de los desaciertos del gobierno anterior) es la explicación más verosimil del triunfo electoral de la endeble coalición gobernante. Pero ese acuerdo político no tiene la vaca atada. Por el momento sigue disfrutando del crédito que se sostiene en el temor de parte de la población a retornar a un pasado no deseado y en la debilidad de una oposición que hasta ahora no encuentra su propia identidad.
Por otra parte, cualquier análisis político a futuro no puede olvidar fenómenos dificilmente explicables como el de la pobreza estructural, la corrupción naturalizada y el escaso respeto a las reglas de juego fundantes de la convivencia social.
El dilema que enfrenta el gobierno y la sociedad toda es la elección de los caminos mas idoneos para superar estos profundos y enraizados desordenes sociales. Es dificil imaginar con fundamento que un grupo político (aun con amplias capacidades) en un lapso de tiempo acotado, pueda ser el artífice de la reversión de estos males.
Se necesita institucionalizar el cambio mediante acuerdos políticos de largo plazo. El verdadero arte del gobierno (por el bien de todos y no de una parte) es imaginar y proponer esa institucionalización.
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