martes, 17 de enero de 2017

NUEVO PARADIGMA DEL SISTEMA ELÉCTRICO

2016 fue un año clave en materia de generación de electricidad con recursos renovables. Después de muchos años de manifestaciones de buenos propósitos para aprovechar el gran potencial disponible, se ha producido un salto cualitativo que define - esperamos que de manera irreversible - un nuevo rumbo con dirección a mejorar la composición de nuestra matriz energética, excesivamente concentrada en el empleo de fuentes no renovables (en parte, importada). El objetivo planteado en la ley es alcanzar a cubrir el 8% de la demanda energética con fuentes renovables en el año 2018. Con este ritmo de decisiones es muy probable que esa meta se pueda cumplir. Según datos oficiales, en las licitaciones de energías renovables del 2016 se han adjudicado 59 proyectos eólicos y solares por 2.400 Mw de potencia; valor equivalente al 7% del total de potencia instalada en el país y a la capacidad de una gran hidroeléctrica como Yacyretá. Las inversiones en dichos proyectos serán del orden de los u$s 4.000 millones, distribuidos en alrededor de dos años de construcción. Estos emprendimientos están localizados en 13 de las 24 provincias, y requerirán una ocupación de unas 20.000 personas en su implementación. Otro hecho de importancia es que el valor cotizado de producción de electricidad basada en estas fuentes (entre u$s 50 - 60/Mwh), rompe el mito de su elevado precio (en licitaciones anteriores el importe solicitado por los oferentes estuvo en el orden de u$s 120/Mwh) y es inferior al valor promedio del sistema de generación. Estos cambios abren nuevas posibilidades de actividades en el sector privado en materia de recursos humanos, organizaciones prestadoras de servicios técnicos y de comercialización, tecnología nacional, etc. Un campo de gran potencial que se va despejando, y en el que podrían producirse transformaciones hasta ahora impensadas, es el de generación distribuida; sistema en el que el consumidor de energía también es productor en pequeña escala, tanto para consumo propio como para vender electricidad a la red. En particular la energía solar es más apta, ya que tiene menores economías de escala que la eólica. Este sistema, entre otras ventajas, tiene mejor eficiencia (disminución de pérdidas eléctricas) y emplea redes de mucho menor costo que las convencionales líneas de transmisión de media y larga distancia. Este verdadero cambio de paradigma en la configuración y el funcionamiento del sistema eléctrico requerirá del imprescindible apoyo y regulación estatal, así como del desarrollo de una curva de aprendizaje de varios años tendiente a estimular la disminución de costos.

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